Ojalá pudiéramos aprenderlo todo de repente, saberlo todo de la noche a la mañana. Pero, no. La vida no funciona así y si funcionara así, no fuera vida. Cada decisión y acción nos deja una enseñanza. En lo particular he aprendido a sacarle provecho a los resultados cada vez que emito una opinión.

Las opiniones pienso son una buena forma de fortalecer el valor de la personalidad. Desde una mirada más amplia considero que decir lo que pensamos y pensar lo que decimos es una bifurcación de dos caminos: la primera, consiste en decidir en qué se piensa sobre ese tema equis; la segunda, decidir si opinar o compartir lo qué se ha pensado sobre esa temática. Digo «decidir» como verbo activo que nos conduce a la importante tarea de considerar la forma que le damos a la opinión que vamos a emitir, esto supone ser un comunicador activo y reflexivo: una característica de ser asertivo.

Si bien es cierto, somos absolutamente responsables de las palabras que usamos para expresarnos, de elegir el momento en el que hablaremos y de usar el tono emocional más adecuado para no causar confusión o malestar cuando hablamos. Hay personas que creen ser sinceras porque dicen lo que piensan sin pensar cómo se sentirán las demás personas con su opinión y generalmente causan más daño que bien con sus comentarios. A esto, Walter Riso lo llamaría: sinceridad ácida, un término esparcido en nuestra sociedad.

Pensar mucho y callarlo todo no es una opción

Cada vez que nuestros pensamientos, sentimientos, palabras y acciones van en direcciones diferentes y contrarias a lo que queremos decir se produce un conflicto de comunicación intrapersonal. Ese conflicto hace que algo no funcione bien en el proceso de intercambio de ideas y por lo general suele ser una molestia que produce un efecto negativo instantáneo. Quienes guardan mucho, pronto estallan y peligrosamente se convierte en una «olla de presión» de emociones que detona y cuando dicen todo lo que han acumulado lo sueltan todo junto.

No vale la pena guardarse los sentimientos, menos postergar. Cuando decidimos comunicar, de manera asertiva nuestras emociones, no solo afrontaremos la situación y diremos la verdad de lo que pensamos o sentimos, también alimentaremos la sinceridad y el autorrespeto.

En la práctica cuesta muchísimo decir lo que pensamos porque es una decisión que involucra muchos factores o que a veces pone muchas variables en «juego».

Pero intenta tomarte unos segundos para pensar, luego intenta hablar con sinceridad y di lo que sientes. Tal vez te ayude controlar el número y la calidad de tus ideas y sugerencias para poder filtrar lo que se dice. Recuerda que nunca está de sobra ordenar las ideas de lo que vas a expresar y sobre todo el como lo vas a decir.

Para tener relaciones más sanas y serenas siempre es necesario detenerse y reflexionar sobre aquellos comportamientos o actitudes que se tienen habitualmente y no funcionan. El tomar conciencia viene bien para cambiar y modificar comportamientos. Así que cada vez que tengas una opinión sobre algo pregúntate si es mejor callar o hablar. No podemos guardarlo todo, está bien decir lo que pensamos, pero siempre pensar lo que decimos.

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